miércoles, 26 de febrero de 2014

Tortura

Mantuvo los ojos cerrados, así era más fácil. Así al menos evitaba ver el horror. Podía sentirlo, podía escucharlo, podía, sobre todo, olerlo, pero al menos no lo veía. Se movió un poco. Sentarse era imposible, pero al menos, si tenía suerte, iba a encontrar una posición cómoda, donde le doliera menos estar parado.

Un nuevo movimiento trajo un nuevo dolor. Sin quererlo, abrió los ojos. Allí, un nuevo terror lo esperaba. El terror del que sabe que no era el único, que otras personas pasaron por eso. Algunos, incluso, habían dejado sus nombres, escritos con ¿Sangre? en las paredes. No importaba si era sangre, no importaba si eran sus verdaderos nombres o apodos. Importaba saber que a lo largo de los años, nunca nadie se había preocupado en lo más mínimo por tapar esos registros.

Un nuevo movimiento, un nuevo dolor, desgarrándolo por dentro. Instintivamente su mano fue a la pared, y así, fue uno más de los que dejaron su huella en ese lugar. Luego, una relativa paz. Lo peor había terminado. Aunque uno se haya convertido en un animal, siempre quedan reflejos de la vida en sociedad. Por eso trató de limpiarse, y ponerse lo más presentable posible. Digo trató, porque conseguir eso, en las condiciones en las que se encontraba, iba a ser imposible. Así que se limpió como pudo, y salió, rengueando.

Ese día juró que nunca más iba a utilizar el baño público de una estación de servicio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario