domingo, 17 de abril de 2016

Dragones

No es que sean malos, tienen mala prensa...
Anónimo


Muchas veces me preguntan por lo que hago, por lo que soy. En algunas ocasiones me da fiaca contestar, porque sé que voy a tener que estar dando largas explicaciones acerca de lo que soy, y de lo que no. Pero también es cierto que cuando no me lo preguntan termino yo sacando el tema, así de contradictorio soy, así de contradictorios somos. Porque yo soy más que yo mismo, pertenezco a una estirpe de personas fuertes, recias, comprometidas. Hombres y mujeres que sabemos de peligros, de persecuciones, de malos tratos, de pasión por lo que hacemos. Tal vez por eso es que me estoy sentando a escribir esto, para que se acaben las mentiras y los malos entendidos.

Así que, sin más, me presento, mi nombre es Beranor Beor, y pertenezco a la Orden de Veterinarios de Dragones del Reino.

Muchos de ustedes ya estarán pensando en aldeas arrasadas, o recordando a un familiar que se vio perjudicado, o tal vez muerto, por un ataque de dragones. O vos mismo, lector, tuviste que salir corriendo de una aldea que comenzaba a prenderse fuego, y tuviste que esconderte en un campo cercano, rogando que al volver quede algo en pie, algo con lo que volver a construir. Si es así, pido un poco de paciencia, pido que se sienten a escuchar mi (nuestra) versión de los hechos.

La Orden de Veterinarios de Dragones nace en el año cuarenta y cinco de la era decimonónica cuando un sabio descubrió que la estabilidad del Reino, y la felicidad de la gente dependía de la existencia y el poder de los dragones. Y esto no es difícil de ver, siempre los dragones arrasan aldeas prósperas, siempre se acercan a comprobar la fortaleza y grosor de los más fuertes palacios. No se guarda registro alguno de rapiña de dragones sobre una choza, o sobre una vaca flaca. Hay entonces un hilo que une a todos los seres, que nos acerca y nos hermana.

Muchos no creen esto, muchos otros sabios han dicho que el reino estaría mejor sin dragones, que todos ellos deben ser exterminados, y que cuando la sangre del último dragón tiña la espada del último héroe, el Reino entrará en una etapa de prosperidad como nunca hubo. Es por esto que afirman que no importa cuantas lágrimas y cuantas penurias nos cueste, debemos perseguir a los dragones, acorrararlos, matarlos, quitarles sus tesoros, su piel, y sos huesos.

Claramente, todos los cuentos que leen los niños son escritos por estos últimos sabios, y por eso es que se dice que los héroes son aquellos que llegan en regios caballos blancos, poderosamente pertrechados, con brillantes espadas y largos escudos. Lo que no cuentan esas historias heroicas es que ese acero bien podría ser usado para arados, esos caballos para paseos, esos escuderos para… para quedarse en la casa en lugar de ir a morir persiguiendo dragones que de todas formas es poco probable que ataquen.

En contraposición a esas imágenes ideales de los cuentos, estamos nosotros, La Orden. Casi siempre sucios, cansados de caminar y caminar, vamos por los caminos de montaña buscando rastros de sangre, dragones lastimados. Cuanta más desolación, más trabajo. Los dragones no son seres fáciles, ni confían en nosotros. Por eso estamos obligados a ir en grupos. Por eso y porque la gente de las aldeas nos ataca, nos persigue. No entiende que lo que hacemos también los cuida a ellos, y que cuando terminamos de atender a los dragones, también bajamos a las aldeas, que somos parte de ellas, que también sufrimos, que en definitiva queremos lo mismo, la gloria del Reino, la paz de todos. Pero nosotros no necesitamos matar, ni la violencia para nuestra utopía.

En el año 13 de la Nueva Era, Beranor Beor, Veterinario de Dragones, Miembro de la Orden. 

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