No es que sean malos, tienen mala prensa...
Anónimo
Muchas
veces me preguntan por lo que hago, por lo que soy. En algunas
ocasiones me da fiaca contestar, porque sé que voy a tener que estar
dando largas explicaciones acerca de lo que soy, y de lo que no. Pero
también es cierto que cuando no me lo preguntan termino yo sacando el
tema, así de contradictorio soy, así de contradictorios somos. Porque yo
soy más que yo mismo, pertenezco a una estirpe de personas fuertes,
recias, comprometidas. Hombres y mujeres que sabemos de peligros, de
persecuciones, de malos tratos, de pasión por lo que hacemos. Tal vez
por eso es que me estoy sentando a escribir esto, para que se acaben las
mentiras y los malos entendidos.
Así que, sin más, me presento, mi nombre es Beranor Beor, y pertenezco a la Orden de Veterinarios de Dragones del Reino.
Muchos
de ustedes ya estarán pensando en aldeas arrasadas, o recordando a un
familiar que se vio perjudicado, o tal vez muerto, por un ataque de
dragones. O vos mismo, lector, tuviste que salir corriendo de una aldea
que comenzaba a prenderse fuego, y tuviste que esconderte en un campo
cercano, rogando que al volver quede algo en pie, algo con lo que volver
a construir. Si es así, pido un poco de paciencia, pido que se sienten a
escuchar mi (nuestra) versión de los hechos.
La
Orden de Veterinarios de Dragones nace en el año cuarenta y cinco de la
era decimonónica cuando un sabio descubrió que la estabilidad del
Reino, y la felicidad de la gente dependía de la existencia y el poder
de los dragones. Y esto no es difícil de ver, siempre los dragones
arrasan aldeas prósperas, siempre se acercan a comprobar la fortaleza y
grosor de los más fuertes palacios. No se guarda registro alguno de
rapiña de dragones sobre una choza, o sobre una vaca flaca. Hay entonces
un hilo que une a todos los seres, que nos acerca y nos hermana.
Muchos
no creen esto, muchos otros sabios han dicho que el reino estaría mejor
sin dragones, que todos ellos deben ser exterminados, y que cuando la
sangre del último dragón tiña la espada del último héroe, el Reino
entrará en una etapa de prosperidad como nunca hubo. Es por esto que
afirman que no importa cuantas lágrimas y cuantas penurias nos cueste,
debemos perseguir a los dragones, acorrararlos, matarlos, quitarles sus
tesoros, su piel, y sos huesos.
Claramente,
todos los cuentos que leen los niños son escritos por estos últimos
sabios, y por eso es que se dice que los héroes son aquellos que llegan
en regios caballos blancos, poderosamente pertrechados, con brillantes
espadas y largos escudos. Lo que no cuentan esas historias heroicas es
que ese acero bien podría ser usado para arados, esos caballos para
paseos, esos escuderos para… para quedarse en la casa en lugar de ir a
morir persiguiendo dragones que de todas formas es poco probable que
ataquen.
En
contraposición a esas imágenes ideales de los cuentos, estamos
nosotros, La Orden. Casi siempre sucios, cansados de caminar y caminar,
vamos por los caminos de montaña buscando rastros de sangre, dragones
lastimados. Cuanta más desolación, más trabajo. Los dragones no son
seres fáciles, ni confían en nosotros. Por eso estamos obligados a ir en
grupos. Por eso y porque la gente de las aldeas nos ataca, nos
persigue. No entiende que lo que hacemos también los cuida a ellos, y
que cuando terminamos de atender a los dragones, también bajamos a las
aldeas, que somos parte de ellas, que también sufrimos, que en
definitiva queremos lo mismo, la gloria del Reino, la paz de todos. Pero
nosotros no necesitamos matar, ni la violencia para nuestra utopía.
En el año 13 de la Nueva Era, Beranor Beor, Veterinario de Dragones, Miembro de la Orden.
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